Nuestros receptores sensoriales captan los estímulos (mecánicos, electromagnéticos o químicos) y lo transforman en impulsos nerviosos que las vías aferentes llevarán al centro de procesamiento. Es en nuestro cerebro donde percibimos, donde interpretamos la información recibida. Dependiendo de la sensibilidad de nuestros receptores captaremos una realidad y no otra.
Imaginemos por ejemplo: ¿Qué ocurriría si pudiéramos oír en cada momento el sonido de nuestro corazón o de nuestro músculos al moverse?, y ¿si pudiéramos captar un umbral mayor que nuestro espectro visible?, por ejemplo, las ondas ultravioleta o infrarroja o más aun, visión con rayos x. No cabe duda de que la realidad sería muy diferente.
Aunque lo que percibimos no sea una interpretación exacta de la realidad, le da sentido y, sobre todo, es tremendamente útil y necesario para vivir. Si percibimos un conjunto de sonidos nuestro cerebro reconstruye la armonía, busca en su archivo sonidos similares y lo reconoce como música. Si el sonido es un grito nuestro cerebro lo interpretará como amenaza y nos pondrá en alerta. Si lo que captan nuestros sentidos tiene interés para nosotros porque, por ejemplo, supone cubrir una necesidad biológica, la captaremos con más rapidez. Si lo que captamos es un sabor amargo rápidamente lo interpretaremos como algo perjudicial. Es por tanto una herramienta eficaz para nuestra supervivencia. Y aunque el receptor no sea tan potente nuestro cerebro suple sus propias limitaciones. Lo que lo hace una herramienta ilimitada.
Pero, nos podemos preguntar:¿por qué
este título? “¿Imaginación o percepción?”. La inexactitud de
nuestra percepción, la cual es más una virtud que una incapacidad,
hace que completemos aquello que no llegamos a captar del todo,
generando y proyectando nuestra imaginación según los esquemas
proporcionados por nuestra experiencia. Es decir, imaginamos lo que percibimos y percibimos lo que imaginamos. No veríamos al dálmata si no
tuviéramos una experiencia anterior de este animal.
A veces, percibimos de forma ambigua o distorsionada, interpretando situaciones que no son ciertas. Según su intensidad estaríamos hablando de normalidad o patología. Cuando el origen está en el propio estimulo, se trata simplemente de ilusiones ópticas y cuando su origen es el mal funcionamiento de nuestro cerebro estaremos hablando de las alucinaciones. Pero sin ser tan radical hay un sinfín de situaciones de la vida cotidiana que percibimos de forma errónea y que nos puede generar algún que otro conflicto, si nos creemos todo lo que percibimos.
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