domingo, 24 de enero de 2010

El encéfalo: el gran motor de nuestro comportamiento.

Hoy todos sabemos que el encéfalo es el que dirige el funcionamiento de nuestro cuerpo. Los científicos investigan para saber cuáles son las claves fisiológicas del comportamiento humano y parecen llegar a un mismo punto: no existen diferencias importantes entre unas personas y otras.  Si sustancialmente somos todos tan iguales, ¿cómo es posible que nuestros comportamientos sean tan diferentes?


Todo comienza con los genes. Se forma un nuevo ser con características de dos seres diferentes. Luego, en el vientre materno, las neuronas mientras se desarrollan, se ponen en funcionamiento originando modelos de circuitos mentales.

Al nacer tenemos 100.000 millones de neuronas y hasta este momento el cerebro ha construido muchísimos  circuitos entre ellas que podrían ser útiles. El cerebro de un bebé produce billones de conexiones más de las que puede utilizar. Este proyecto original se podrá perfeccionar o no, dependiendo de las experiencias sensoriales que ofrezcamos a la persona. Y es aquí donde se produce la gran diferencia. Así pues, dependiendo de las experiencias que tengamos en nuestra vida desarrollaremos unas conexiones neuronales que nos harán más hábiles, racionales, sociables, agresivos o temerosos.

Las conexiones que no se usan desaparecen y lo hacen de forma masiva hacia los diez años. Estas conexiones, que se han desarrollado en la infancia, permanecerán en la edad adulta.

Pero esto no significa que no se pueda cambiar, la máquina del cerebro no es rígida e invariable sino que es flexible, y esa plasticidad le permite cambiar dependiendo del entorno, y cambiar por sí misma, autorregularse y autoconstruirse.
Luego, es la experiencia la causa de la variabilidad comportamental humana.

Teniendo en cuenta esto, ¿Podemos ser más inteligentes, hábiles motrizmente o sociables controlando nuestras experiencias?, ¿cómo podemos desarrollar al máximo nuestras potenciales capacidades?

Tener el cerebro preparado al nacer para aprender cualquier cosa supone cuestionarnos:



¿Qué consecuencias tienen estos descubrimientos para la educación?
¿Es la escuela el contexto adecuado para desarrollar ese potencial?
¿Es necesario que exista la escuela tal y como la entendemos?
¿Qué finalidad debería tener la educación?, ¿para qué enseñar?
¿Cuándo debe empezar la enseñanza?, es mejor desde los primeros días de vida, ¿o no?


Y qué ocurre con los niños que tienen alguna discapacidad:


¿Se debería educar de forma diferenciada?
¿Deberían estimularse zonas cerebrales específicas?


Y por último, ¿educar a todos por igual nos hace realmente mejores o es preferible educar en la diversidad?